13.2.17

Niditos y kínderes: Guía práctica para padres




El ritmo de vida y las exigencias laborales actuales obligan a los padres a estar cada vez menos tiempo con sus hijos, una situación que se complica si estos son pequeños y no queda mejor alternativa que confiar su cuidado a los niditos. En otros casos, los niños están en edad de ingresar al kindergarten, lo que pone a sus responsables en el aprieto de tener que buscar uno adecuado para ellos.

Con su experiencia como profesional y como padre de familia, el psicólogo clínico y forense Jaime Gonzales habla en el siguiente reportaje sobre la importancia que tiene la elección de un nidito o un kínder para la salud emocional y el futuro bienestar psicológico de los niños. También da pautas para hacer la elección correcta.

Prudencia y decisión

Para nadie es desconocido que cada año se abren más niditos y kínderes. Todos —unos más, otros menos— ofrecen una variedad de servicios, de los cuales no se tiene ninguna certeza. Gonzales dice que hay que ser prudentes a la hora de elegir y no dudar en cambiar de establecimiento si se observa alguna irregularidad en su funcionamiento o en el trato que se da a los niños e incluso a los padres.

“Como sociedad, debemos exigir que estos dos tipos de establecimientos cumplan con ciertos requisitos para obtener su licencia y acreditación, pues entre la comunidad de padres ya existen amargas experiencias”, cometa el psicólogo a ECOS.

Los niditos y kínderes legalmente establecidos deben contar con licencia y credenciales para operar. Para comprobar alguna irregularidad se debe llamar al Servicio Departamental de Educación (SEDUCA) o recurrir al Servicio de Impuestos Nacionales (SIN), pues tienen la obligación de facturar. También se puede averiguar si existe alguna queja acudiendo al Colegio de Psicólogos, sugiere el profesional.

Kínder versus nidito

Los niditos son establecimientos que brindan servicios de asistencia y custodia. Están diseñados para atender a niños mayores de un año hasta los seis. Atienden generalmente en horas de trabajo, por lo que se han convertido en una opción muy atractiva para los padres que cumplen horarios de oficina.

En cambio los kínderes o jardines infantiles están organizados alrededor de un enfoque educativo específico (o al menos así debería ser); por ejemplo el Montessori o Waldorf. Un kínder está proyectado para recibir niños de entre cuatro y seis años de edad, y cuenta con horarios más limitados (por lo general tres horas por día).

El método educativo

Gonzales dice que es importante que los padres conozcan el método educativo aplicado en el kínder de su hijo. Para ello se debe consultar a la profesora de curso o al director del establecimiento, porque se ha demostrado que ciertos modelos favorecen el desarrollo psicosocial, intelectual y afectivo de los chicos.

En el caso de los niditos, la situación es más delicada porque se debe tener la seguridad de que el personal fue seleccionado tomando en cuenta su formación académica y una valoración psicológica.

No hay que olvidar que serán ellos quienes estarán a cargo de los menores en la ausencia de sus padres.

Riesgos y beneficios

El psicólogo consultado por ECOS explica que hay estudios que demuestran que en los niditos y kínderes se presenta un mayor riesgo de contagio de enfermedades infecciosas, razón fundamental para que en estos centros se haga una buena limpieza de los ambientes y tengan un procedimiento para aplicar cuando surja alguna epidemia (resfríos o infecciones por alimentos, por citar las situaciones más comunes).

“Del análisis de los estudios referidos a beneficios y riesgos de la asistencia a este tipo de centros para niños, no está claro el papel de la escolarización precoz sobre la prevención de asma y otras enfermedades de potencial base inmunitaria. Tampoco los estudios realizados se ponen de acuerdo acerca de si es ventajoso exponer a los niños a una mayor incidencia de infecciones en la primera infancia frente a hacerlo en edades posteriores”, complementa el especialista.

“Nichd Study of early child care and youth development” es una investigación realizada en Estados Unidos que, según Gonzales, goza de una excelente reputación. Sostiene que la agresividad está asociada a la calidad del trato (contacto físico, lenguaje verbal y no verbal, calidad de la atención, vínculo afectivo) que se recibe en el nidito o en el jardín de infantes.

“Como padres notamos un cambio en el comportamiento de nuestros hijos, que puede ser positivo o negativo, dependiendo del trato específico que reciben en su centro infantil. Cuando la calidad y la fluidez de su lenguaje y su sana y libre expresión afectiva mejora, estamos ante un centro que acoge adecuadamente a nuestros niños. Pero cuando la calidad del centro es inadecuada, notaremos un cambio con tendencias agresivas o de aislamiento y en algunos casos extremos notaremos conductas ansioso-depresivas”, precisa el experto.→

→Si algunos padres sufren una amarga experiencia en uno de estos centros deben acudir al Servicio de Gestión Social (SEDEGES), cuya función es velar por el buen funcionamiento de los niditos. En el caso de los kínderes, recurrir al SEDUCA. Estas instituciones púbicas funcionan en todos los departamentos del país.

Necesidad de los padres

La comunidad española de psicólogos y pediatras defensores de la crianza con apego y el respeto por las necesidades del niño señala que los niditos y guarderías forman parte de la sociedad moderna y no se trata de una necesidad del niño, sino más bien de sus padres.

En su criterio, ningún niño de menos de cuatro años necesita ir obligatoriamente a un nidito para relacionarse con sus pares. A esa edad lo ideal es que fortalezca el vínculo con su familia. Esto no quiere decir que los niditos sean malos para los niños.

“Los niños no siempre son felices en los niditos. Puede que un niño de dos años no tenga inconveniente en ir, pero también ocurre que uno de tres años no quiera ir y llora”, ejemplifica.

Gonzales recomienda a los padres observar cuándo su niño se resiste a ir al nidito, por cuánto tiempo mantiene esa postura, si llora durante varios días y si manifiesta disconformidad. “Como padres tendremos que indagar si existe algún factor externo; pregunte a su niño o niña si alguien lo molesta, o si hay algo en particular que le desagrada”.

Normas municipales

“Cada centro debe cumplir con las normas municipales de salud e higiene. Aun así, una documentación en regla no garantiza que dicho lugar ofrezca un servicio adecuado para su pequeño. Asegúrese de conocer bien el lugar donde confiará el cuidado de sus hijos; realice visitas sorpresa y mantenga constante comunicación con otros padres”, aconseja el experto.

Los interesados en comunicarse con el psicólogo clínico y forense Jaime Gonzales pueden llamar al 72886793. •

Síntomas que reflejan algún tipo de maltrato

Llora cuando tiene que ir al nidito: Es una conducta previsible. La angustia de pensar en separarse de sus padres genera mucho estrés en el niño, pero esta situación suele mejorar con el tiempo. Si la reacción continúa después de dos semanas y con la misma intensidad del primer día, algo puede estar afectando el proceso de adecuación de su hijo.

Se vuelve más dependiente y con retrocesos: La tendencia a “regresionar” (mojar la cama o actuar como cuando era chiquito), suele ocurrir cuando el pequeño se encuentra frente a situaciones que lo violentan. Esa conducta también puede asociarse a la necesidad de comprender por qué lo dejan en un nidito si antes estaba en casa jugando.

Cambios en el carácter: A veces los niños se sienten enojados y no saben cómo expresarse; se encuentran más tristes de lo normal o se aíslan. Hay que entender que entrar al nidito implica un gran cambio en la vida del pequeño, que está tratando de lidiar con esos sentimientos. Empero, ese comportamiento debe modificarse con el tiempo; si no, es una mala señal.

Cómo escoger el nidito o kínder correcto

Escoger un nidito o kínder significa hacer muchas preguntas y ser observadores. Debemos empezar a buscar un centro aproximadamente seis meses antes de inscribir a nuestros hijos. Recomendamos esta lista para encontrar uno que cumpla con algunos de los requisitos mínimos indispensables.

Buena reputación: Un buen nidito o kínder debe ofrecer un ambiente acogedor. Además, sus empleados deben tener una actitud paciente y comprensiva con los niños. Los padres deben acudir a la hora de salida y preguntar a sus pares qué opinan del lugar; la primera impresión es importante y cuenta mucho.

Buena organización: Es importante que el centro sea flexible y permita dejar y recoger a los niños en diferentes horas, aunque también debe tener normas muy claras sobre su funcionamiento. Por ejemplo, a qué hora se abre o cuáles son sus planes de emergencia (accidentes, incendios, entre otros).

Enfermedades: Averiguar qué enfermedades obligan a que el niño se quede en casa y durante cuánto tiempo. Una norma estricta puede ser incómoda, pero evita contagios. También hay que asegurarse de que el personal, así como los niños, esté vacunado y se someta a revisiones médicas regulares.

Integración: Un buen nidito o kínder invita a los padres a formar parte del centro, ya sea ayudando con las actividades o acompañando a los niños en salidas y excursiones. Si no tiene una política de puertas abiertas y no anima a los padres a presentarse sin aviso, esto da lugar a la desconfianza.

Capacitados y motivados: Observe cómo interactúan los empleados con los niños. Los cuidadores deben estar bien capacitados, ser responsables y entusiastas. Hay que buscar personal que comparta la filosofía y costumbres de los padres respecto a rutinas del sueño, disciplina, alimentación y otros aspectos sobre el cuidado infantil. Los buenos cuidadores hacen preguntas específicas sobre la salud y el cuidado habitual del hijo.

Personal suficiente: Asegúrese de que el centro tenga suficiente personal, para que su hijo reciba la atención necesaria (debe haber tres cuidadores por cada ocho niños menores de dos años y un mínimo de dos para los mayores de dos años).

Fuente: Psicólogo clínico y forense Jaime Gonzales

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